Diseñador gráfico, ¿eso qué es?



El diseñador gráfico es y seguirá siendo, ante todo,
un comunicador.

En menos de DOS décadas el oficio y el producto del diseño gráfico se han transformado: el computador les dio nuevas herramientas y su pantalla de millones de colores se convirtió en un poderoso medio de expresión, casi omnipresente, con un potencial que apenas imaginamos. No alcanzan a pasar 4 años en una escuela de diseño sin que tenga que ser revaluado su pénsum. El universo gráfico nunca había sido tan amplio, lo que ha obligado a los diseñadores gráficos a especializarse y, en consecuencia, a trabajar en equipos interdisciplinarios para ofrecer las soluciones integrales que demandan sus clientes.

Con el cambio de siglo y el fácil acceso a la tecnología, la necesidad de las empresas de todo el mundo de contar con su propia página web atrajo, como en una fiebre del oro virtual, a miles de diseñadores y no diseñadores que pronto se encontraron con nuevos problemas y posibilidades que debieron resolver sobre la marcha, en muchos casos por la vía del ensayo y el error. Empresas, empresarios, diseñadores y clientes aprendieron y asimilaron una nueva forma de comunicación que reducía el mundo —y el tiempo— a las dimensiones de un clic.

Ante la saturación visual de los medios impresos y la arremetida de los medios virtuales, los creativos y diseñadores gráficos se han dado a la tarea de desarrollar maneras novedosas de llegar a sus públicos, al tiempo que la publicidad y el mercadeo cambian su foco hacia nichos cada vez más estrechos. Esto ha sido posible gracias al desarrollo de las bases de datos; y estas, a su vez, le deben su alcance actual al computador.

Así, una gran multinacional con oficinas a miles de kilómetros puede conocer a cada uno de sus clientes mejor que la administración de impuestos: sabe con precisión qué le gusta, qué siente y qué está pensando a las 10:35 de la mañana de un martes para llegarle —atacarle— estratégicamente con sus productos o servicios a la medida, mientras el límite entre privacidad e intimidad se vuelve difuso.

En el caso del diseño gráfico, tradicionalmente bidimensional, mudo y estático, las cosas no volverán a ser iguales. Ahora se manejan imágenes 3D —léase en 3 dimensiones, no en tercera dimensión—, movimiento, audio, tiempos e interactividad. Entonces el diseñador debe dominar, o al menos conocer, nuevas técnicas y disciplinas para mantener su vigencia como profesional.

Sin embargo, en este proceso de transformaciones hay cosas que no han cambiado: por ejemplo, que el diseño es uno de los sellos más distintivos de una época y una cultura. Y que el diseñador gráfico es y seguirá siendo ante todo un comunicador. Un traductor de lenguajes sensible que interpreta y sintetiza las necesidades de sus clientes, muchas veces abstractas («Quiero que se note la solidez de mi empresa…»), para hacerlas llegar por medios visuales a los clientes de estos.

El diseño, entonces, es un medio y no un fin, mientras el papel y la pantalla son el canal. Su objetivo es producir contenidos visuales a partir de imágenes y caracteres que deben ser asimilados eficazmente por los clientes de sus clientes en una primera lectura, mientras en el fondo afianza los principios y valores de las marcas y las empresas.

El diseño, con toda su descarga expresiva mezcla de creatividad, criterio, técnica, experiencia e intuición, permitirá llegar a las dimensiones sensorial, racional y emocional de sus destinatarios. Así, la estructura de pensamiento del diseñador gráfico, o mejor, del nuevo comunicador visual, cambia también en menos de dos décadas: pasa de ser un buen conocedor de la representación bidimensional, a un profesional especializado con una concepción integral de la cultura, el medio empresarial y los negocios. No de otra manera podría servir a estos últimos.

Un rol que supone mayores compromisos y responsabilidades para el cada vez menos acertadamente llamado diseñador gráfico.

Publicado en la revista Proyectodiseño,
edición No. 44 / Marzo – abril 2006